En la realidad educativa contemporánea los docentes nos hallamos con una gran dificultad la cual tiene que ver con las conductas que demuestran los alumnos más intrusivos en la escuela y particularmente dentro de las aulas de clase.
Esas conductas se expresan de la manera más diversa, como por ejemplo: la desobediencia y el irrespeto hacia el docente y hacia las personas adultas, incluyendo a los padres y representantes. El no cumplir órdenes ni seguir instrucciones escolares y familiares, el constante molestar y confrontar a los compañeros de clases (pegándoles, arrebatándoles algún objeto de uso escolar o personal, empujándoles, amenazándoles...).
La disciplina del niño debe comenzar en el hogar mismo. En los primeros años de vida la familia le enseña al niño la primera regla de disciplina y de obediencia que se expresa en la palabra "CACA" que se le dice cuando intenta agarrar algún objeto que no debe tocar. Posteriormente el niño va adquiriendo la noción de orden, obediencia y respeto.
Resulta de vital importancia hacer notar que, cuando en el hogar el niño no adquiere patrones y esquemas mentales de conducta, disciplina y respeto; a la escuela se le hace cuesta arriba moldear el actuar y accionar de ese niño.
El docente debe iniciar su tarea pedagógica con ellos haciéndoles ver desde el primer día de clases que en la escuela hay normas y reglas que asumir, que a diferencia de su hogar, cuando no las cumple será sujeto a sanciones.
El niño debe tener muy claro la diferencia entre su hogar; donde se le aceptan y permiten ciertas actitudes, y la escuela donde está sometido a limitaciones al igual que a la autoridad del docente.
La gran tarea del representante está en reforzar, desde el ceno del hogar nuclear, los valores de respeto y obediencia a través del diálogo, el consejo y el llamado de atención severo cuando sea necesario.
El problema está cuando el niño proviene de un hogar donde no se manejan valores normativos ya que no tiene referentes o modelos de como debe actuar y comportarse en la sociedad.
Sí el niño vive en un hogar donde sus miembros se maltratan, se irrespeta constantemente, y no existe manifestación alguna de amor, cariño y solidaridad, difícilmente podrá adaptarse a una realidad tan diferente como es la escuela. Èl no entenderá su entorno escolar, no sabrá como calar entre sus miembros y, en consecuencia, será rechazado por el gran grupo.
En conclusión, los problemas de indisciplina en la escuela sólo pueden resolverse sí y sólo sí desde el hogar los padres y madres (ambos inclusive) asumen su papel fundamental de guías y orientadores de sus hijos, es decir; ser los primeros formadores de valores con su ejemplo de vida.
A la escuela y a los docentes nos queda ser pacientes y perseverantes en nuestra tarea de cubrir las carencias que desde el hogar trae el niño y el tratar de que sus padres entiendan que deben involucrarse más a fondo con la formación de sus hijos.
Esas conductas se expresan de la manera más diversa, como por ejemplo: la desobediencia y el irrespeto hacia el docente y hacia las personas adultas, incluyendo a los padres y representantes. El no cumplir órdenes ni seguir instrucciones escolares y familiares, el constante molestar y confrontar a los compañeros de clases (pegándoles, arrebatándoles algún objeto de uso escolar o personal, empujándoles, amenazándoles...).
La disciplina del niño debe comenzar en el hogar mismo. En los primeros años de vida la familia le enseña al niño la primera regla de disciplina y de obediencia que se expresa en la palabra "CACA" que se le dice cuando intenta agarrar algún objeto que no debe tocar. Posteriormente el niño va adquiriendo la noción de orden, obediencia y respeto.
Resulta de vital importancia hacer notar que, cuando en el hogar el niño no adquiere patrones y esquemas mentales de conducta, disciplina y respeto; a la escuela se le hace cuesta arriba moldear el actuar y accionar de ese niño.
El docente debe iniciar su tarea pedagógica con ellos haciéndoles ver desde el primer día de clases que en la escuela hay normas y reglas que asumir, que a diferencia de su hogar, cuando no las cumple será sujeto a sanciones.
El niño debe tener muy claro la diferencia entre su hogar; donde se le aceptan y permiten ciertas actitudes, y la escuela donde está sometido a limitaciones al igual que a la autoridad del docente.
La gran tarea del representante está en reforzar, desde el ceno del hogar nuclear, los valores de respeto y obediencia a través del diálogo, el consejo y el llamado de atención severo cuando sea necesario.
El problema está cuando el niño proviene de un hogar donde no se manejan valores normativos ya que no tiene referentes o modelos de como debe actuar y comportarse en la sociedad.
Sí el niño vive en un hogar donde sus miembros se maltratan, se irrespeta constantemente, y no existe manifestación alguna de amor, cariño y solidaridad, difícilmente podrá adaptarse a una realidad tan diferente como es la escuela. Èl no entenderá su entorno escolar, no sabrá como calar entre sus miembros y, en consecuencia, será rechazado por el gran grupo.
En conclusión, los problemas de indisciplina en la escuela sólo pueden resolverse sí y sólo sí desde el hogar los padres y madres (ambos inclusive) asumen su papel fundamental de guías y orientadores de sus hijos, es decir; ser los primeros formadores de valores con su ejemplo de vida.
A la escuela y a los docentes nos queda ser pacientes y perseverantes en nuestra tarea de cubrir las carencias que desde el hogar trae el niño y el tratar de que sus padres entiendan que deben involucrarse más a fondo con la formación de sus hijos.
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